Economista
Las elecciones del domingo pasado han actualizado el rostro político del Perú, y esta actualización está marcada por un malestar social en el que a diferencia de Brasil, donde el partido de gobierno es capaz de promover políticamente a sus candidatos, en nuestro país tenemos una situación inversa en la que el partido de gobierno es incapaz de promover sus propios candidatos debido al descrédito político que enfrenta.
Este descrédito político parece paradójico para algunos, porque señalan que un gobierno con un crecimiento económico milagroso como el peruano desde 2006, y una reducción fabulosa de la pobreza monetaria desde similar fecha, debiera encarar una población satisfecha que aprueba la gestión presidencial sin duda alguna. Pero la realidad es el reverso de la medalla.
En primer lugar, el crecimiento económico habido en el Perú desde el año 2006 ha sido deliberadamente incrementado de manera artificial, a través de un cambio metodológico que estuvo oculto entre 2006 y 2009, el cual incrementa la tasa de crecimiento entre 2 y 3 puntos anuales. De igual manera, la medición de la pobreza ha pasado de ser un hecho científico, en el que los programas de cómputo eran distribuidos para su análisis, a ser un hecho artístico en el que un demiurgo en soledad con su computadora genera resultados irreproducibles.
Esta tabla muestra cómo la pobreza alimentaria se ha incrementado a nivel nacional desde el comienzo de la presente gestión presidencial hasta el primer semestre de este año, si bien es cierto que al comienzo las áreas urbanas del Perú tuvieron alguna mejora, esta se perdió con la crisis del año 2009. Y también puede observarse cómo el área rural del Perú nunca observó beneficio del crecimiento económico manteniéndose la brecha urbano-rural inalterada.
El problema esencial es que el crecimiento económico vivido por el Perú fue básicamente causado por un efecto temporal de mejora del precio de los productos que exportamos, lo cual obviamente se tradujo en mayor número de mercaderías producidas dentro del Perú, pero sin estar acompañado de cambios estructurales en el mercado laboral. Los que antes producían, ahora producen más, y los antes excluidos continúan excluidos.
El crecimiento económico no significó mayores ingresos al Estado para efectuar programas sociales que reduzcan la exclusión del Perú rural, y tampoco el crecimiento económico significó nuevas empresas en el Perú rural que generen empleo. La buena racha de precios internacionales sólo significaron ingresos extraordinarios para los exportadores, y ahora el malestar social asoma su rostro en el proceso electoral del domingo pasado.