El indicador de la barbarie
Tras el recalentamiento del planeta y sus desastrosas consecuencias está, sin duda, la ideología del crecimiento perpetuo del producto bruto interno (PBI). Este indicador del agregado de toda la producción nacional no descuenta la depredación de los recursos naturales no renovables y la emisión de gases de efecto invernadero. Es decir, acepta un crecimiento económico que usa al medio ambiente como si fuera una materia prima inagotable. Pero el PBI crece y el planeta no.
A pesar de que el crecimiento del PBI significa destrucción del hábitat humano, la mayoría de economistas, y sobre todo los políticos, rinden culto a este crecimiento como el tótem del desarrollo de la riqueza nacional. Esta veneración de la destrucción del propio hábitat es tan ilógica como venerar la función de la célula cancerosa que crece destruyendo su propio organismo.
Hoy se están haciendo esfuerzos para reemplazar PBI con nuevos indicadores más científicos y éticos. Los profesores Herman E. Daly y John B. Cobb Jr., de la Universidad de Maryland, han creado un nuevo cálculo de la prosperidad llamado Índice de Bienestar Económico Sostenible (ISEW, por sus siglas en inglés) que sustrae del PBI las pérdidas ecológicas. Cuando lo aplicaron, la prosperidad de EE.UU. cambió. Su renta per cápita había declinado 10% desde 1976.
Otros expertos han creado el Indicador de Progreso Genuino (GPI), que también sustrae del PBI los costos externos de la destrucción de recursos no renovables, a los que añade la contaminación, el desperdicio de energía, la congestión del tráfico y los costos de la delincuencia. Tras aplicarlo, la renta per cápita de EE.UU. entre 1982-2002 no creció 56%, como oficialmente se calculó, sino tan solo 2%.
También está la propuesta del profesor Hiroyuki Yoshikawa de la Universidad de Tokio, llamada "factoría inversa". Dice que se debe establecer en el mundo un nuevo sistema cíclico industrial compuesto por industrias dedicadas solo a reciclar y crear productos reciclables. Industrias que no dejan desperdicios sino insumos para crear otros productos también reciclables. Solo se podría contabilizar como riqueza la producción industrial.
Mientras el PBI no sea reemplazado por un nuevo indicador, la destrucción ecológica del planeta no cesará. Y, entonces, en un futuro no muy lejano, tendremos que medir la inviabilidad de las naciones por la gran escasez de agua, alimentos y energía.
Tal vez, en un siglo, cuando una futura generación estudie nuestra civilización y vea que contabilizamos como desarrollo un crecimiento económico que consistía en destruir la biodiversidad, recalentar la atmósfera, derretir los glaciares, crear escasez de agua, alimentos y energía y subir peligrosamente el nivel de los mares, clasificará al PBI como el más conspicuo indicador de nuestra barbarie.