From: eltambo <eltambo@yahoo.com>
Date: 2008/11/29
Subject: Macroperu P. Krugman: Para que no olvidemos…
To: MacroPeru@yahoogroups.com
krugman21PAUL KRUGMAN 30/11/2008 - TRIBUNA SEMANAL
Hace unos meses, me encontraba en una reunión de economistas y
autoridades financieras hablando, cómo no, de la crisis. Hubo mucho
examen de conciencia. Un político veterano preguntaba: "¿Por qué no lo
vimos venir?".
Naturalmente, sólo se le podía responder una cosa, y la dije yo: "¿Qué
quieres decir con `vimos', hombre blanco?".
Ahora en serio, el susodicho tenía razón. Hay quienes dicen que la
crisis actual no tiene precedente, pero lo cierto es que hay muchos
precedentes, algunos de ellos de cosecha muy reciente. Ahora bien, se
hizo caso omiso de estos precedentes. Y la historia de cómo no lo
"vimos" venir tiene una clara implicación política, a saber, que la
reforma del mercado financiero debería ponerse en marcha rápidamente,
de que no se debería esperar a que la crisis se resuelva.
Y respecto a esos precedentes: ¿por qué desecharon tantos observadores
los signos inequívocos de la burbuja inmobiliaria, a pesar de que aún
estaba reciente en nuestra memoria la burbuja de las puntocom de la
década de los noventa?
¿Por qué insistía tanta gente en que nuestro sistema financiero era
"fuerte", como dijo Alan Greenspan, cuando en 1998 el colapso de un
único fondo de cobertura (Long-Term Capital Management) paralizó
temporalmente los mercados de crédito de todo el mundo?
¿Por qué prácticamente todo el mundo creía en la omnipotencia de la
Reserva Federal cuando su homólogo, el Banco de Japón, se pasó una
década tratando en vano de reactivar una economía atascada?
Una buena respuesta a estas preguntas es que a nadie le gusta un
aguafiestas.
Mientras la burbuja inmobiliaria seguía hinchándose, los prestamistas
estaban ganando muchísimo dinero concediendo hipotecas a cualquiera
que entrara por la puerta; los bancos de inversión estaban ganando aún
más dinero reconvirtiendo esas hipotecas en nuevos y relucientes
valores; y los gestores de capital que se apuntaban enormes ganancias
sin realizar al comprar esos valores con fondos prestados parecían
verdaderos genios y se les pagaba como corresponde. Pero, ¿quién tenía
ganas de escuchar a unos economistas patéticos advirtiendo que todo
aquello era, en realidad, un negocio piramidal de dimensiones
descomunales?
Hay también otro motivo por el que los círculos de la política
económica no vieron venir la crisis actual. Las crisis de la década de
1990 y de principios de la década actual deberían haber sido
contempladas como presagios funestos, como el preludio de los
problemas todavía peores que se nos venían encima. Pero todo el mundo
estaba demasiado ocupado celebrando que habíamos logrado superar esas
crisis como para prestar atención.
Repasemos en concreto lo que aconteció tras la crisis de 1997 y 1998.
Esta crisis puso de manifiesto que el sistema financiero moderno, con
sus mercados liberalizados, unos actores fuertemente apalancados y
movimientos de capital mundiales, estaba volviéndose peligrosamente
frágil. Pero cuando amainó la crisis, lo que estaba a la orden del día
era el triunfalismo, no los exámenes de conciencia.
La revista Time denominó a Greenspan, Robert Rubin y Lawrence Summers
"El comité que salvará al mundo", el trío que "impidió un desastre
financiero mundial". Efectivamente, todo el mundo celebró que pudimos
alejarnos del precipicio, pero se olvidó de preguntar por qué llegamos
a estar tan cerca del borde.
De hecho, es posible que tanto la crisis de 1997 y 1998 como el
pinchazo de la burbuja de las puntocom tuvieran el perverso efecto de
hacer que tanto los inversores como las autoridades económicas se
volvieran más complacientes, en vez de menos. Dado que ninguna de las
dos crisis estuvo a la altura de nuestros peores temores, dado que
ninguna de las dos desembocó en otra Gran Depresión, los inversores
llegaron a creer que Greenspan tenía un poder mágico para resolver
todos los problemas (y también el propio Greenspan, sospecha un
servidor, pues se opuso a todas las propuestas de una regulación
prudente del sistema financiero).
En estos momentos nos encontramos en medio de otra crisis, la peor
desde la década de 1930. Hasta la fecha, todas las miradas apuntan a
la respuesta inmediata a esta crisis. ¿Servirán finalmente de algo las
cada vez más drásticas iniciativas de la Reserva Federal para
descongelar los mercados de crédito? ¿Servirá el estímulo fiscal del
Gobierno de Obama para dar un giro a la productividad y el empleo?
(Por cierto, sigo sin estar seguro de que el equipo económico esté
siendo suficientemente ambicioso).
Y puesto que estamos todos tan preocupados por la crisis actual,
cuesta concentrarse en temas a más largo plazo, como frenar nuestro
desenfrenado sistema financiero con el objetivo de evitar o al menos
acotar la próxima crisis. No obstante, la experiencia de la última
década nos indica que, mejor temprano que tarde, deberíamos
plantearnos una reforma financiera y, sobre todo, regular el "sistema
bancario en la sombra" que ha originado el caos actual.
Porque una vez que la economía esté en la senda de la recuperación,
los chanchulleros volverán a ganar dinero fácil, y presionarán con
todas sus fuerzas contra todo aquél que intente limitar sus beneficios
netos. Es más, el éxito de las iniciativas para la recuperación
parecerá algo predestinado, aunque no lo haya sido, y la urgencia para
actuar desaparecerá.
Éste es mi ruego: por muy apretada que ya esté la agenda del ejecutivo
entrante, no debería aplazar la reforma financiera. El momento de
empezar a prevenir la próxima crisis es precisamente ahora.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y Premio Nóbel de
Economía de 2008. © 2008 New York Times News Service Traducción de
News Clips.
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