From: raul chacon <raulchap69@hotmail.com>
Date: 2008/12/30
Subject: [RdE] Petróleo y crisis energética global
To: raulchap69@hotmail.com
Más allá del tope: Petróleo y crisis energética global |
Por Michael Klare Publicado originalmente como "Past Its Peak", London Review of Books, Vol. 30, No. 16, 14 de agosto de 2008 (http://www.lrb.co.uk/v30/n16/klar01_.html). Traducido por Alberto Loza Nehmad |
A diferencia de los "shocks" petroleros de los años setenta, es casi cierto que la actual crisis energética será duradera. Probablemente ninguno de los arreglos rápidos propuestos por los augures del periodismo y los políticos (perforar en áreas naturales protegidas y en áreas marítimas, limitaciones impuestas a los especuladores de materias primas, presiones a los miembros de Opep para que incrementen la producción) tendrá mucho efecto. En 1973-74 y nuevamente en 1979-80, los acontecimientos en el Medio Oriente llevaron a una drástica reducción del flujo de petróleo proveniente del Golfo Pérsico, lo que causó una contracción en la oferta mundial y un alza en los precios de la energía, generándose así una recesión global. No obstante, cuando cierto equilibrio fue restaurado en la región, el petróleo comenzó a fluir de nuevo y la crisis pasó. Ahora, sin embargo, el desequilibrio entre la oferta y la demanda se debe en gran medida a factores inherentes al comercio petrolero mismo y, por eso, es menos fácilmente solucionable. La crisis petrolera es el producto de tres procesos: una marejada inesperada en la demanda, en gran parte proveniente de los países asiáticos; una disminución en el crecimiento de la oferta global; y un cambio en el centro de gravedad de la producción, desde el Norte global hacia el Sur global. La situación, sin embargo, ha sido empeorada mucho más por la decisión de 1994 del gobierno de Jiang Zemin de hacer de la producción y la posesión de automóviles un "pilar" de la economía china, y por la política energética nacional de la administración de Bush de 2001, que apoyó la continuación de la producción y el consumo del petróleo más que el desarrollo de fuentes alternas de energía. Ambas políticas aseguraron que la demanda de petróleo pudiera elevarse justo en el momento en que la capacidad de la industria para impulsar la oferta empezaba a fallar. De acuerdo al Statistical Review of World Economy, publicado cada junio por BP [antes conocida como British Petroleum], el consumo de petróleo saltó de 69.5 millones de barriles al día a fines de 1995, a 85.2 millones de barriles a fines de 2007. Algo de esta enorme alza fue generado por el incrementado consumo de combustible en los Estados Unidos (donde las camionetas 4x4 gigantes habían sido un éxito), pero la mayor parte era el resultado de una incrementada demanda de parte de naciones del mundo en desarrollo que se industrializaban rápidamente. De esos 15.7 millones de barriles extras, 4.6 millones fueron añadidos por China, y 2.7 millones por otros estados asiáticos, entre ellos India. Es probable que estas tendencias continúen. En su publicación Medium-Term Oil Market Report, la Agencia Internacional de Energía (AIE) predice que el consumo global se elevará de 86.9 millones al día en 2008 a 94.1 millones en 2013. Se espera que casi todo este crecimiento venga de países que no son parte de la OECD, con Asia generando la mayor parte. De acuerdo al informe, China sola será responsable de cerca de un tercio del incremento global en los siguientes cinco años. Aunque en Europa y Japón se ha hecho algún progreso en frenar la demanda, esto ha sido más que compensado por un creciente consumo en todo lugar. Los signos crecientes de que la industria ya no es capaz de mantener el mismo paso que el aumento de la demanda, están ayudando a llevar los precios incluso más arriba. La causa esencial de esta disminución en el crecimiento de la producción es que muchos campos petrolíferos grandes y fáciles de explotar ya han sido sustancialmente agotados, mientras los que están aún por desarrollarse son, en general, más pequeños, más remotos y difíciles de poner en operaciones (ya sea por razones políticas, ambientales o técnicas). Varios métodos, como el uso de técnicas de "recuperación ampliada del petróleo", han sido desarrollados por la industria para prolongar la producción en campos que están empezando a mostrar señales de declinación. La perforación marina, mientras, se ha trasladado hacia aguas cada vez más profundas en búsqueda de depósitos prometedores. No obstante, estos esfuerzos no pueden compensar el agotamiento de los campos más grandes que han sostenido el consumo global por el pasado medio siglo. Aunque en el mundo hay decenas de miles de campos petroleros en producción, casi la mitad de nuestro consumo diario viene de solo 116 campos enormes. De estos, todos salvo cuatro fueron descubiertos hace más de un cuarto de siglo, y muchos están mostrando señales de agotamiento. En mayo, por ejemplo, la compañía estatal de México, Pemex, anunció que la producción de Cantarell (el campo más grande del país) había declinado en cerca de 40 por ciento desde 2004. Problemas similares están afectando algunos de los campos más grandes de Rusia y Noruega. En el informe de 2008, los analistas de la AIE incrementaron de 4 por ciento (en 2007) a 5.2 por ciento al año su estimación de las tasas de declinación en los campos maduros. Esto significa que 3.5 millones de barriles más al día tendrían que ser generados en cualesquiera lugares cada año solo para mantener estables los niveles de producción. Para 2013 la industria tendrá que generar 24.7 millones de barriles al día de capacidad adicional para alcanzar la meta predicha de 94.1 millones de barriles: una tarea casi imposible. Como señala el informe de la AIE, aunque las compañías petroleras más grandes están dispuestas a sacar adelante nuevos proyectos (y por tanto a incrementar su parte del alza actual de precios), las únicas opciones que quedan son las que cuestan más, toman más tiempo para completar o requieren de una tecnología compleja, y las compañías más grandes están reacias a invertir los muchos miles de millones de dólares requeridos. Aunque algunos de los proyectos más grandes desarrollados a fines de los años noventa y comienzos del nuevo siglo vendrán a producir en 2009 y 2010, hay muy pocos que están esperando en cola detrás de ellos, y la AIE predice una drástica caída en capacidad nueva para 2011 y después, justo cuando la demande de China, India y otros países en desarrollo despegarán con fuerza. La mayoría de los analistas de la energía y de los funcionarios de la industria están ahora mostrándose de acuerdo en que la producción convencional de petróleo pronto llegará a un tope y luego empezará una declinación irreversible, una perspectiva que hasta hace muy poco era sostenida solo por un grupo de geólogos petroleros heterodoxos, muchos de ellos asociados a la Asociación para el Estudio del Tope en el Petróleo y el Gas. Cuando la Era del Petróleo empezó a fines del siglo XIX, la producción estaba concentrada en los Estados Unidos, México, Rumania y el imperio Ruso. Este siguió siendo el caso bien hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con los Estados Unidos aún proveyendo la mitad del petróleo mundial en 1955. Sin embargo, el centro de la producción se ha movido cada vez más al Medio Oriente, África, Asia Central y Sudamérica. Actualmente, la producción de EEUU representa solo el 9.6 por ciento de la producción global; el Medio Oriente, 30.1 por ciento; África, 12.5 por ciento y Latinoamérica, 12.4 por ciento. Todo esto dicho, los países que no pertenecen a la OECD proveen ahora aproximadamente cerca de tres cuartos del petróleo del mundo. Este cambio es importante porque la mayoría de los productores del mundo en desarrollo fue en alguno u otro momento gobernada por los poderes imperiales y continúa cargando las cicatrices. Algunos, como Irak, tienen fronteras que fueron trazadas por los poderes imperiales para satisfacer sus propias necesidades y tienen poca relación con las realidades étnicas, religiosas o lingüísticas. Tales regiones son susceptibles a enredarse en violentas luchas por la autonomía regional o la secesión. El botín de la producción petrolera a menudo exacerba estos problemas, ampliando las atracciones del separatismo (especialmente si los campos petroleros están ubicados en el territorio étnico comprometido, como en la provincia de Cabinda, en Angola, o en el Kurdistán iraquí) o de la toma del poder nacional (que permite así tomar el control de la asignación de recursos). Todo esto significa que las más grandes naciones consumidoras de petróleo son más dependientes que nunca de los suministros de países que están prestos a la rebelión, la lucha étnica, el separatismo, el sabotaje y los golpes de estado, a menudo instigadas por el atractivo de la riqueza petrolífera. Los ataques contra las plataformas, oleoductos, refinerías, plataformas de carga, buques tanques y otros elementos expuestos de la infraestructura causan reducciones temporales en la oferta global y llevan a saltos en el precio: recientemente, explosiones en refinerías de Irak, ataques insurgentes en Nigeria y sabotajes a oleoductos mexicanos han tenido este efecto. Esto ya sería suficientemente malo si la industria poseyera una importante capacidad ociosa que le permitiría compensar una caída temporal en la producción, pero los productores más grandes ya no tienen reservas significativas como las que Arabia Saudita puso en acción en 1990 para evitar una crisis energética luego de que Irak invadiera Kuwait. Aunque los saltos en el precio no tienden a durar mucho, su frecuencia parece estar incrementándose, tentando a los especuladores a comprar petróleo a futuro a precios cada vez más altos, con la expectativa de mayores retornos. Hasta 1994, China manufacturaba muy pocos automóviles (en 1990, estaba produciendo solo 42,000 al año) y desalentaba las importaciones de vehículos fabricados en el extranjero. Sin embargo, después de que la Comisión de Planificación del Estado de Jiang Zemibn anunciara que la producción de automóviles iba a ser el "pilar" del desarrollo económico nacional, con compañías extranjeras invitadas a proveer el capital y los conocimientos, pronto China se convirtió en el principal receptor de la inversión extranjera directa. En 1998 estaba fabricando 500,000 automóviles al año; en 2002 fabricaba un millón; un año después estaba fabricando dos millones. Ha habido beneficios económicos tangibles. Como Kelly Sims Gallagher informó en China Shifts Gears (2006), para 2003 la industria automotriz china (incluidos autos, motocicletas, motores y repuestos) ya empleaba a 1.6 millones de trabajadores y representaba el 6 por ciento del valor agregado total de la manufactura. La creciente disponibilidad de automóviles de precio relativamente alcanzable para la floreciente clase media de China también ha satisfecho un deseo largamente suprimido. De acuerdo a un reciente estimado del gobierno de EEUU, se espera que el número de autos de propiedad privada en China se eleve de 27 millones en 2004 a 400 millones en 2030. Este enorme crecimiento es la causa principal del aumento en el consumo de China. Hasta 1993, este país consumía menos petróleo que cualquier otro poder y satisfacía sus necesidades con la producción local. En ese año, de acuerdo a BP, China produjo y consumió 2.9 millones de barriles diarios, comparados con 17.2 millones de barriles en Estados y 5.5 millones en Japón. Para fines de 2003, China había sobrepasado a Japón para convertirse en el segundo más grande consumidor del mundo, y ahora consume 9.2 por ciento del petróleo del mundo. No obstante, ha fracasado en elevar su producción doméstica muy por encima de su nivel de los años noventa. A pesar de sus esfuerzos para desarrollar nuevos campos en áreas marítimas y en la región extremo occidental de Xinjiang, China está produciendo solo 3.7 millones de barriles al día, un incremento de solo 800,000 barriles por encima de su producción de 1993. Esto significa que las importaciones se han elevado desde cero hasta su nivel actual de cerca de 3.7 millones de barriles al día; y es esta elevación, la más grande de cualquier país en los últimos diez años, lo que ha significado una contribución tan grande al crecimiento de la demanda global. Es difícil no pensar que los líderes chinos cometieron un error estratégico al escoger impulsar la manufactura de automóviles. ¿Por qué no desarrollar sistemas de trenes subterráneos, trenes rápidos suburbanos e interurbanos? Con sus pobladas ciudades y su extensión continental, China estaría mucho mejor servida por una red integrada de trenes. Ahora Beijing está finalmente dando pasos para mejorar el sistema de trenes del país, pero también está comprometida con la construcción de un enorme programa de construcción de carreteras, y continúa manteniendo los precios de la gasolina y el diesel por debajo de las tasas del mercado, acicateando más aún la venta tanto de petróleo como de automóviles. Con la producción doméstica incapaz de satisfacer su creciente demanda, la devoción de China al automóvil la convertirá en un sumidero de petróleo importado, agotando su economía y distorsionando los mercados internacionales. Uno de los primeros y principales actos de George W. Bush fue establecer un Grupo de Desarrollo de la Política Nacional Energética (NEPDG, en inglés), dirigido por Dick Cheney. Muchos observadores asumieron que el NEPDG tomaría en cuanta la evidencia, que entonces se empezaba a acumular, de que la producción de petróleo estaba cerca a llegar a su tope: uno de los primeros estudios claves, El tope de Hubbert: La inminente escasez mundial de petróleo, de Kenneth Deffey, fue publicado en 2001 y circuló ampliamente (M. King Hubbert fue el geólogo petrolero que primero desarrolló las ecuaciones que predecían un tope). Muchos ambientalistas también sostenían que una nueva política energética debería subrayar la importancia de desarrollar alternativas a los combustibles fósiles, dados los crecientes signos del calentamiento global. Cheney, sin embargo, un anterior ejecutivo de Halliburton y cercano aliado de muchos ejecutivos de compañías petroleras, tenía otros planes: aunque se reunió con altos ejecutivos de las más grandes firmas energéticas de EEUU, dejó de consultar con los representantes de la organizaciones ambientales. El informe final del panel de Cheney, National Energy Policy, publicado el 16 de mayo de 2001, contenía 105 recomendaciones, pero casi toda la cobertura noticiosa de EEUU estuvo dedicada a solo una de ellas: el llamado a perforar en el Refugio Nacional para la Vida Silvestre del Ártico. Los ambientalistas elevaron un aullido de protesta, y el Congreso aún tiene que dar su consentimiento. Este foco en la perforación en el Ártico, sin embargo, ha tenido el desafortunado efecto de distraer la atención de la más profunda implicancia del informe: su compromiso con la perpetuación de la Era del Petróleo por todos los medios y a cualquier costo. Cheney estuvo cerca de revelar su objetivo cuando les dijo a los reporteros, el 30 de abril de 2001, dos semanas antes del informe Política Energética Nacional: "La conservación puede ser una señal de virtud personal, pero no es una base suficiente para una política energética comprensiva y sensata". El combustible fósil y otros, dijo, permanecerían siendo las principales fuentes de energía de Estados Unidos por los "años venideros". Para asegurar esto, Política Energética Nacional hacía una invocación a un incremento en la perforación no solo en el Ártico sino en otras áreas silvestres protegidas, en tierras públicas, en el Oeste estadounidense y en la plataforma continental. De manera más significativa, el informa abiertamente asumía que Estados Unidos se haría cada vez más, en lugar de cada vez menos, dependiente del petróleo importado, y urgía al presidente a tomar un rol más activo en el aseguramiento del acceso estadounidense a las reservas energéticas extranjeras. De las recomendaciones del informe, cerca de un tercio están dirigidas a fortalecer la participación de EEUU en los mercados petroleros mundiales. Bush afirma que Política Energética Nacional ofrece un fuerte apoyo para el desarrollo de la energía eólica, solar y otras alternativas. Y es verdad que la administración ha aprobado modestos fondos para la investigación de tales tecnologías. No obstante, estos son insignificantes comparados con el apoyo dado a la incrementada perforación doméstica y a la búsqueda del petróleo extranjero, una tarea que puede ser medida por las repetidas visitas de Bush, Cheney, Condolezza Rice y otros personajes principales, a las capitales de los principales estados productores de petróleo, inclusive Angola, Azerbaiyán, Kazakastán, Nigeria y Arabia Saudita. También está la pregunta de en qué medida la decisión de la administración de ir a la guerra en Irak fue impulsada por el deseo de controlar el petróleo iraquí (o de realmente asegurar la dominación de EEUU en el Golfo Pérsico). Hasta hace muy poco, la idea de que la de Irak era una guerra por el petróleo era sostenida en gran medida por los críticos de la guerra, pero el año pasado Alan Greenspan rompió filas con otros miembros del establecimiento de Washington cuando declaró: "Me entristece que sea políticamente inconveniente reconocer lo que todos saben: la guerra de Irak es en gran medida por petróleo". Cualquiera sea su finalidad original, la conspicua presencia de fuerzas de EEUU en el mundo árabe y la continua inestabilidad en Irak, han contribuido significativamente a la proliferación de grupos terroristas en la región, muchos de los cuales han montado ataques contra oleoductos, refinerías y plataformas de carga, causando aún más interrupciones en el suministro de petróleo. A lo largo de su administración, Bush y Cheney han trabajado para impedir la adopción de medidas de conservación (tales como estándares más estrictos para la eficiencia del combustible de los vehículos fabricados en EEUU) para detener el desarrollo de fuentes alternativas de energía y transporte, y para sostener niveles altos de consumo. Como resultado, de acuerdo a BP, el consumo en EEUU se elevó en un millón de barriles al día en el curso de la presidencia de Bush, mientras la producción de los campos petrolíferos domésticos declinaba en cerca de la misma cantidad, lo que impulsó las importaciones netas hasta por dos millones de barriles. Aunque no es una elevación tan grande como la registrada por China, todavía contribuyó a la presión sobre los exportadores de petróleo y ayudó a empujar los precios hacia arriba. Hasta que los consumidores de petróleo estadounidenses y chinos no sean puestos a dieta, y hasta que se desarrollen alternativas al petróleo, la crisis energética mundial solo se pondrá peor. |
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