Escribe: Gonzalo García Núñez
LR, 18 Abril 2005
El bajo precio de la papa blanca en Andahuaylas generó un movimiento de protesta de mayúsculas proporciones liderado por los productores del tubérculo. Ahora la demanda comunera brota en Ayacucho.
Los agricultores lograron una buena campaña. La cosecha abundante provocó una mayor oferta que los intermediarios remuneraron a la baja.
El precio de chacra tocó piso. Ínfimo. Muy por debajo de los costos. “A que tanto esfuerzo en hacer productiva la tierra si el rendimiento es nulo o peor, negativo”, cuenta un ingeniero de la región.
Esto motivó una movilización de los afectados que, por millares, solicitaron un mecanismo compensatorio a las autoridades.
Al no encontrar una respuesta vino la cólera. Los campesinos comuneros enarbolaron medidas de lucha cuyo desborde fue apenas encauzado por un dialogo a destiempo.
No faltaron los coscorrones verbales entre autoridades como el jabeo entre el congresista Michel Martínez y el Presidente del Consejo de Ministros.
Al final, se pactó un precio refugio y la fuerza pública restableció el orden (interrupciones de carretera, piqueteros..) con resultados lamentables.
Telón de fondo, el caso de la papa ilustra el rol de contención que ejercen los precios de la agricultura frente a otros efectos -como los combustibles- que inciden sobre el nivel general de precios.
Mientras que el alza del petróleo internacional golpea a nuestra economía, los precios del campo bajan y sirven de compuerta de cierre a las alzas importadas.
Para comprobarlo baste con mirar el crecimiento de precios desde el 2001. Allí se descubre que el gatillo de las alzas esta en combustibles.
De manera que los bajos precios que se pagan a nuestros agricultores juegan un rol estabilizador frente a la inflación importada al costo de la depresión de los ingresos de las chacras y de impresionantes niveles de pobreza rural.
No falta solucionatica. La plataforma de CONVEAGRO ha propuesto un programa equilibrado para elevar la productividad e ingreso agropecuario.
Tiene la enorme ventaja de aportar la participación y la experiencia directa de los agricultores a los escritorios del ministerio encargado.
Además transmite la preocupación de 33 gremios agrarios frente a la apertura indiscriminada del mercado a importaciones subsidiadas, según relató Juan Rheineck de CEPES en un encuentro reciente.
Preocupación que nace de una reciente experiencia del tratado con MERCOSUR en que los negociadores cholos no advirtieron los impactos desventajosos de esta apertura sobre nuestros productores lácteos.
Lo que agravó las pérdidas creadas por los desiguales términos de intercambio entre el campo y la ciudad.
Por eso la negociación con los EE.UU. en el TLC también despierta recelo.
Se piensa que los intereses locales podrían ser duramente afectados. Sobretodo en los productos más sensibles.
Sin considerar la pérdida fiscal que significa la decisión de un desarme arancelario inmediato. Y el costo de las compensaciones que, se anuncia, vendría por cuenta del tesoro publico que no por exiguas dejan de ser onerosas.
Por eso un tratado de comercio justo y conveniente, dotado de instrumentos compensatorios análogos a los usados con la papa blanca, serviría para ampliar el potencial de mercado sin afectar la economía de nuestros productores en una perspectiva de mayor plazo.
Esta regla se extiende a los otros ítems sujetos a negociación con el tío Sam. Para evitar la repetición de las circunstancias vividas en Andahuaylas, las evitables de Ayacucho o las que vienen con la anunciada movilización agraria.
Además estos TLCS debieran precaver medidas de reconversión estructural para limitar los daños que causa el comercio asimétrico. Financiamiento concesional de fuente externa y complementario al del gobierno para atenuar los efectos traumáticos de una cirugía sin anestesia, sinónimo de un TLC desprovisto de trato justo.
Igual preocupación surge cuando en la negociación del TLC no se advierte la existencia de instrumentos financieros para suavizar la naturaleza cíclica, subidas y bajadas, de la economía mundial.
En el TLC USA-Chile, por ejemplo, los mapochos se reservaron la capacidad de accionar frente a un movimiento de capitales brusco o inusitado. Cosa que sería útil de imitar, reserva de puro sentido común, para no quedar inermes frente a una crisis.
La idea cierta es que todos quieren un TLC que traiga mas beneficios que costos.